miércoles, octubre 12, 2016

Día 11: la diamantina rosa sigue

 Hicimos una despedida de soltera increíble para una de mis grandes amigas aquí en mi pequeño hogar, el cuál consta de dos cuartos: la recamara y el área polivalente (que funge de cocina, comedor, sala, oficina, área de demostraciones de toppers y aceititos esenciales con sus manualidades, y para terapia de Hologramas, tratamientos faciales y masajes). Estuvimos apretadas, pero con buena actitud al respecto, creo. Recuerdo. Digo yo. Bueno, espero.
La decoración fue ecléctica, y de colores rosa y negro, bastante folklórica a momentos con diversos objetos anatómicamente incorrectos.
Parte de ella fue la brillantina rosa y negra, que por situaciones ajenas a mi, un color (gracias diosanto el negro no) terminó en mi mesa/escritorio/superficie de apoyo. En TODALAMESA. Toda la bolsita, desparramada brillante y decorativamente, cayendo por las 4 esquinas hasta el piso en discretas cascadas.
Cualquiera que conozca la diamantina y haya convivido con ella sabe que permanece hasta el infinito. Cualquiera que me conozca a mi sabe que, aunque puedo ser desordenada, me gusta tener mi pedacito de territorio personal generalmente limpio. Más la sala/cocina/etc., que es el lugar en donde hago casi todo y recibo a la gente que me honra con su visita. Por lo tanto, yo y la diamantina en mi casa no vamos: no nos llevamos, no convivimos, no cruzamos miradas ni palabras, de ningún tipo y en ningún momento.
Excepto que ahora no pude decidir y llegó a mi sin que la pidiera o esperara. Minutos antes la había visto en su bolsita cerrada, inocente y quieta, sin sospecha alguna de lo que iba a pasar.
Me siento orgullosa de mi corazón por no haber caído en infarto fulminante cuando por primera vez mis ojos la vieron; me siento orgullosa de mi de haber escogido guardar la aspiradorcita que saqué inmediatamente y con la que quería recorrer todas las superficies de mi departamento en ese momento (incluyendo el sillón, los cojines, los asientos de las sillas, los dos tapetes, la cama de masajes y las cajoneras, porque ya había en todo, brillos por todas partes). También porque lo solté y me permití disfrutar la fiesta y la compañía de mis amigas, la super rica comida que pedimos y los juegos con premios (esos dan para otra historia).
En realidad, si lo veo por el lado amable, ha sido un regalo ¡sorprendente! Mi casa brilla y algunas partes de mi cara también. Todoeltiempoytodoslosdías. Saludo a gente y les transmito uno o dos puntitos y luego los veo a ellos andar brillando por la vida como yo. Qué importa que no se acabe, que hasta hoy la siga barriendo y aspirando, que me la encuentre en el lavabo, en la manzana, en el asiento del baño, en mi almohada y en mi novio. Qué importa que cuestione mi eficiencia al barrer y quiera tirar por la ventana mi aspiradora y su ineficiencia. Al menos no son pulgas, me digo a mi misma.
Estoy segura que algún día habré logrado deshacerme de toda la diamantina y que hasta la extrañaré. Bueno, eso último tal vez no, siendo sincera. Es más, creo que no volveré a tener contacto con ella y que pondré un anuncio en la puerta de mi casa prohibiendo su entrada.
Supongo que esta es una de las cosas en las que podría estar exagerando. Pero está bien. Cada quien sus vicios y perversiones, y yo con los mios, sobre todo en mi espacio personal y preciado!

(Y no voy a hablar de la forma CORRECTA y ÚNICA de colgar la toalla del lavabo).

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