viernes, junio 27, 2008

Mi electrodoméstico favorito

Cuando la gente de Monterrey (como mi hermana) se casa, hay grandes despedidas de soltera para las mujeres en las que las invitadas de regalo llevan un sobrecito con dinero (nunca menos de 200 pesos porque si no te ves tacaña) y aparte se hacen grandes mesas de regalo en tiendas departamentales. Siempre hay miles de regalos y sino miles de pesos para comprar cosas.

Yo que no me casé, cuando me salí de casa de los queridos y adorados papáscaracol, compré todo.

Refrigerador, estufa, lavadora, secadora, colchón, cama, buró, cajonera, cesto para la ropa sucia, espejo, cortina para la regadera, comedor (con sillas de diferentes colores), televisión, ventilador, mueble de televisión, tapete para la sala, para el baño, para el cuarto, el maldito futón asesino, la mesa de centro, la mesa esquinera, teléfonos, toallas, focos, escoba, trapeador, cubetas, botes de basura, platos, vasos, hoyas (u ollas, como dicen que se escribe aunque yo digo que debe ser mentira podrida), tupperwares, jarras, cucharones, sartenes, microondas, cucharas, cuchillos, tenedores, cortinas, exprimidor de limón, etc.

Y el papácaracol, tan lindo, me preguntó que por qué no había ahorrado plata en todo el año que estuve en Ensenada.

Yo no tuve boda, querido, le contesté cortésmente queriendo ahorcarlo pero deteniéndome por miedo a que la mamácaracol se indignara ante el asesinato de su marido y dejara de hacerme de comer.

El caso es que lo único que creo me faltaba, era un tostador.

Y es que esperaba yo ir “al otro lado” (o sea, U.S.of A) para comprar uno barato pero pasaron las cosas que pasaron y terminé sin tostador.

Hasta el fin de semana pasado.

El pan tostado -Bimbo de preferencia, y blanco también de preferencia- es riquísimo. Sale tostadito y aún caliente, se le embarra mantequilla para que se derrita y se absorba, entonces la rebanada se ve brillosita y huele espectacular.

Se pone en una servilleta y te lo llevas pal camino. O te lo comes parada apoyada en la barra de la cocina. Con limonada se acompaña mejor (yo me pregunto porqué nomás se toma jugo de naranja en la mañana).

Hay que recordar sacudirse las migajas que aterrizan con animo de quedarse sobre el amplio y sobresaliente pecho de uno.

Extrañaba el pan tostado en las mañanas.

Pero… ¡Ya no! ¡Nunca más!

Me regalaron un tostador plateado que brilla bien bonito y aparte tiene opciones para descongelar waffles o tostar bagles (o como se escriba pero son esas donitas de puro trigo bien duras que saben ricas con queso Filadelfia embarrado y pedacitos de fruta encima).


Quiero agradecer infinitamente a la persona tan especial que me lo regaló por contribuir a este pequeño placer de mis mañanas.

jueves, junio 26, 2008

Se busca

Busco veterinario conocedor de manejo de ganado orgánico.

Nunca imaginé que podría yo un día encontrarme tan preocupada por qué hacer con una vaca enferma.

Tiene diarrea, no come, se le ha secado la "nariz", el unico "muuu" que hace es suave y constante, parece que llora y me dan ganas de llorar a mi también porque no se que hacer.

Las cosas que hemos hecho la han mejorado un día, empeorado otro. He estado pegada junto a ella horas viendo cómo sucede.

El veterinario viene hoy a tratarla de forma convencional y por lo mismo, su vida como lechera orgánica ha terminado. Sobrevivira, espero, pero nunca más en esta granja.

Mi jefe está de vacaciones en un crucero en el Báltico y me tocó tomar la decisión. No quiero que se muera la pobre vaca.

A ver cómo me va.

...¿ a qué santo se le pide por la salud de las vacas?

martes, junio 24, 2008

sin cuentos

Te quitabas la faja de la cintura, te arrancabas las sandalias, tirabas a un rincón tu amplia falda, de algodón, me parece, y te soltabas el nudo que te retenía el pelo en una cola. Tenías la piel erizada y te reías. Estábamos tan próximos que no podíamos vernos, ambos absortos en ese rito urgente, envueltos en el calor y el olor que hacíamos juntos. Me abría paso por tus caminos, mis manos en tu cintura encabritada y las tuyas impacientes. Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus piernas invencibles, me decías mil veces ven con los labios sobre los míos. En el instante final teníamos un atisbo de completa soledad, cada uno perdido en su quemante abismo, pero pronto resucitábamos desde el otro lado del fuego para descubrirnos abrazados en el desorden de los almohadones, bajo el mosquitero blanco. Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos. A veces te sentabas a mi lado, con las piernas recogidas y tu chal de seda sobre un hombro, en el silencio de la noche que apenas comenzaba. Así te recuerdo, en calma.


Rolf Carlé

domingo, junio 15, 2008

arrancando.me los pelos

Vengo de una familia moderadamente machista. Digo moderadamente porque al menos no estoy encerrada en una cocina con mandil, una espátula en una mano y un sacudidor de plumas en la otra. Al menos estudié una carrera (aunque no hubiera sido la que mi señor padre y señora madrecaracolcolorcoliflor hubieran querido para mi) y sé cambiar una llanta ponchada.

Nunca me he considerado feminista. También nunca he entendido el afán de las feministas. Talvez eso me hace un poco machista. No sé. Me gustaría decir más bien que soy individualista. La RAE dice que el individualismo es la tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás, o sin sujetarse a normas generales.

Aunque al vivir en sociedad es inevitable (al menos para mi) la independencia total, hago las cosas por mi. Porque las quiero, porque me gustan, porque me interesan. No porque quiera sobresalir o distinguirme gracias a (o a pesar) de lo que tengo entre las piernas, sino porque soy yo, “caracol”, y nada más.

Me gustan los retos a mi inteligencia, a mi carácter y personalidad, a mis emociones. Aún y con las dificultades que me he topado y que parecía no superaría jamás, lo he logrado. Poco a poco. Paso a paso. Con dudas y vacilaciones, pero he salido adelante.

Odio que me limiten por ser mujer. Odio a la gente retrograda y pendeja que todavía se fija en esos simples detalles, que le da importancia al tener panocha y tetas sobre todo lo demás que se guarda en el interior, lo que haces y dices, reflejo de tu persona. De ti.

Me gusta tanto mi trabajo y es sumamente decepcionante y frustrante ver de pronto que no puedo hacerlo como me gustaría (y sé que puedo) por hombres idiotas que tienen mierda en la cabeza y un autoestima inexistente (y muy seguramente el cerebro del mismo tamaño (o sea, bien chiquito) que su pito (o su miembro masculino, para no ser tan burda)).

Hoy quisiera que se murieran todos los tarados como estos. Especialmente los de mi trabajo. Pero luego me siento culpable por desearlo y me arrepiento.

Entonces quisiera desearles una diarrea dolorosa para que no vayan a trabajar el lunes (y si se puede toda la semana) y me dejen trabajar tranquila.

No entiendo por qué todo tiene que ser tan complicado. Deberían de ser más sencillas las cosas, digo yo.

Hoy no quiero mucho a la parte masculina de la humanidad. Pendejos todos, con el respeto que se merecen, carajo.

sábado, junio 07, 2008

arrancando

Me despierto a las 6:15 de la mañana.
Pasan por mi a las 7:10.
Mi hora de comida es de 12:30 a 1:30.
Salgo a las 5:00... en teoría.

Como no tengo carro (de momento, espero) estoy a merced de quien quiera pasar por mi en la mañanas y de quien vaya para la ciudad más o menos a mi hora de salida. Incluyo a algunos productores que agarro incautos cuando van a dejar lechugas y rábanos al empaque.

Me la he pasado de pie, caminando de aquí para allá constantemente y bajo el sol.

Estuve contando borregas, checando el estado de las ubres, su salud en general, corretéandolas y tumbándolas cual vaquera de rodeo que se equivocó de especie de animal. Sobre la mierda.

Hice trampas de pegamento para las malditas moscas (que no dejan en paz) y tuve pegamento en las manos todo el día (lo que imposibilita practicamente cualquier otro tipo de actividad que no sea hacer trampas de pegamento para moscas).

Me senté sobre un gran montículo de mierda de lombriz y estuve horas sacando a mano (uno por uno) a los benditos bichos para sembrarlos en otra de las camas de estiércol bovino.

Caminaba por el monte muy campante y cuidando que no me saliera de pronto una víbora cascabel cuando se me metió una maldita mosca por el hoyito izquierdo de la nariz. Descubrí que la única forma de sacarla, es tapando el otro hoyito y soplando por la nariz bien fuerte. Si uno no tarda en perder el estilo, carajo!

Pasé como cuatro horas cambiando micro-aspersores para los riegos de las camas de lombrices. Para identificar los quemados y tapados, el riego tenía que estar funcionanod. Terminé empapada con agua de reciclaje del lavado de las hortalizas del empaque... oliendo como que acidita. Mis botas todavia hacen squish cuando camino.

Una vaca trató de comerse mi celular. Todavía le salen babas cuando aprieto algunos botones.

Llegar a ser la "patrona" de tres hombres de rancho, es pesadito. Tengo que andar acariciando egos (juro que es lo único) todo el pinshi día y aparte, cuidarme que no se les infle y luego ni caso me quieran hacer.

En las mañanas paso unos minutos acariciando y hablando asuntos de amor con las becerritas. Los perros ovejeros me siguen para que les acaricie todo el rato y el toro semental me resopla y me llena de mocos cuando me acerco a platicar, a sobarle entre los ojos y a espantarle las moscas.

Se me empieza a notar el bronceado de agricultor. O sea, ya traigo cuello y mangas marcadas. El sol está bien picante por estos rumbos.

Me he cortado las uñas y ya traigo las manos llenas de cortadas. Medio negras por el sol.

Mi uniforme son jeans, blusas polo,botas y una gorra de beisbol. Todos los días he terminado marranísima, con manchas de tierra, de estiércol, sudada y apestosa.

Me encanta mi trabajo.

domingo, junio 01, 2008

La suerte está echada

Mañana (o más bien en unas horas) me voy a vivir a Saltillo. Tengo una semana haciéndolo pero no se ha podido. Mañana no tengo opción, me voy, una vez más, solamente con lo que puedo cargar. La mudanza no ha dejado de prometer que llega mañana y llega mañana y lo único que pasa es que pasan los días pero no llega el camión con todas mis cosas.

Pasé la semana acomodando y reacomodando muebles en mi mente.

Aparte de un par de maletas, llevo una bolsa de dormir y un colchón delgadito que el único suelo que conoce es de piedras y tierra por los campamentos en los que ha participado.

Ahora todos compartiremos el suelo rojo de mi nuevo departamento, que, excepto por mi, ellos y talvez una hielera, estará vacío por no sé cuanto tiempo más.

Esperando la mudanza ha sido muy frustrante. No deja de impresionarme que aún y que pagas por un servicio, no hay garantías. Por lo mismo que se ha ido aplazando mi ida para allá y también, creo, porque la ciudad está relativamente cerca, no me ha caído el veinte.

Empiezo a trabajar el lunes. Estoy emocionada, contenta, feliz.

Pero ya me puse nerviosa. Siento algo así como brincos torpes en la base del estómago. Como si hubiera un montón de pajarracos dodo ignorantes de su propia extinción haciendo fiesta.

Siempe batallo para dormir antes de irme a algún lado.

A veces me siento tan miedosa y cobarde.

A veces creo que me voy a arrepentir.

Cuestiono mis decisiones.

Empezar. Otra vez. Sola.

Un trabajo.

Una etapa.

Todo nuevo.

Una ciudad.

Un trabajo.

Los compañeros.

Un departamento.

Los vecinos.

Conocer calles, tiendas, supermercados, bancos, donde contratar teléfono, internet, dónde pagar la luz, investigar las rutas de autobús.

Ubicar lugares para distraerme y divertirme, y saber que empezaré a ir sola.

Me pregunto si llegará el momento que conoceré gente, que haré amigos.

No quiero quejarme ni parecer mal agradecida. Me muero de ganas de empezar a trabajar.

Los dodos se quedan olvidados a momentos por el repentino cha-cha-chá que se avienta el corazón, incitado por la emoción que me pega de golpe al saberme apunto de iniciar otra aventura.

Empezar. Otra vez. Sola.

Un trabajo.

Una etapa.

Todo nuevo.

Una ciudad.

Un trabajo.

Los compañeros.

Un departamento.

Los vecinos.

Conocer calles, tiendas, supermercados, bancos, donde contratar teléfono, internet, dónde pagar la luz, investigar las rutas de autobús.

Ubicar lugares para distraerme y divertirme, y saber que empezaré a ir sola.

Conocer gente nueva y hacer amigos.

Ya me cayó el veinte. Esto empieza mañana.

Alea iacta est