La incógnita de la semana: ¿Por qué las cosas nunca pasan cuando una necesita que pasen?
Tenía que ir a hacerme un ultrasonido (no sé por qué insisto en llamarlo resonancia) pélvico desde hace semanas a la gran ciudá y no había alcanzado por trabajo.
Por tercera vez hice una cita (última que no cancelé) y por tercera vez me dijeron que tomara mínimo un litro de agua antes de llegar al consultorio.
Comí aprisa y poquito porque tenía que guardar espacio para el agua. Tomé dos vasos de agua con la comida. Quería echarme un regaderazo pero al compartir fuente hídrica con el viñedo frente a la casa, tuve que recurrir a mi garrafón de reserva para lavarme si quiera la cara, los pies y la cobachita (dícese de la axila) de cada lado. Al estilo antiguo francés. Me puse ropa limpia, me peiné un poco y con termo de 600 ml lleno, agarré para la capital (del estado, ejem).
Llegué 10 minutos antes de la cita. A la hora exacta, el doctor todavía no había llegado. Por mi mente cruzaba el meterle una regañada… yo matándome por llegar a tiempo y él llegando tarde (conste que la puntualidad definitivamente no es de mis mayores virtudes, pero a mi nadie me paga para realizar un servicio en el tiempo que yo digo que se debe de hacer).
Al fin me pasaron al consultorio y como tenía ganas de platicar con alguien, olvidé el retraso del doctor. Que súbete aquí, si, sí te aguanta, que bájate la ropa hasta allí, si, estoy calificado, que va a estar un poco frío, si, de verdad sé lo que hago, a ver a ver, si, soy traga años pero hice toda la carrera, uyyyyy no estás lista. Mi vejiga estaba vacía.
Me recomendó irme a dar vueltas a la cuadra. A mi me dio vergüenza por mi vejiga desconsiderada que no estuvo a tiempo ni 15 minutos después de la cita. Fui al banco a depositar mis millones, compré un buró precioso en las segundas, entré a una tienda de posteres (bastante lastimosos a la vista, para qué inventar) y a los 45 minutos estaba de vuelta. Cuando la asistente me preguntó si ya tenía muchas ganas de orinar, mejor me senté en la sala de espera a esperar con mujeres esperando (y muy panzonas (y una de ellas nacida en 1990 (según le dijo a la asistenta) por dioooosssss)) esperando su cita.
Cuando pasé de nuevo, la historia se repitió. Había una señora que me recomendó tomar más agua. Llené mi termito de 600 ml y me lo tomé todo rápidamente, a ver si mi vejiga perezosa se sentía lo suficientemente presionada. Esperé unos minutos y como no sentía ganas desesperadas de hacer pipí, me fui a pasear. Otra vez.
Me corté el pelo, me compré un esmalte de uñas rojo cereza y una piedrita para los callos de mis pobres pieseses. Me probé una peluca güera y otra pelirroja. Pasé por la tiendita donde compré el mueble para avisar que me tardaría un poco más de lo previsto en ir a recogerlo.
Dos horas y cincuenta minutos después de la hora oficial de la cita, estaba con el doctor… que ésta es la vejiga, que éste es el ovario izquierdo y este el derecho. Yo ya no aguantaba las ganas de ir al baño. Cada vez que presionaba con el aparatito me dolía horrores. Y luego… me sale con que por favor pase al baño dealfondoaladerecha porque tengo que vaciar la mitad. Después de tanto esfuerzo por llenarla!!! Y a parte, yo qué fregados sé cuánto es la mitad de la vejiga en orina? Digo, aunque mi entre pierna contiene aparatos bastante complejos, hasta donde sé carezco de un rotámetro para medir el flujo de líquidos salientes y al menos quehiciera dentro de un recipiente graduado y ya sabiendo el total después la mitad me la tom… bueno.
A “ojo de buen cubero”, me deshice de la que pensé era la mitad y un poco más tranquila y con las piernas muchísimo más sueltas, volví.
Al final de todo, parece que el famoso tumor desapareció o este doctor ve lo mismo que yo en esa pantallita: negro con remolinos grises (que por cierto, me recuerda cuando estaba chiquita y me encontré unas resonancias (o ultra sonidos, n'importe quoi) de mi mamá y jugaba a hacerla de meteorologa poniendolas contra la ventana de la sala).