lunes, octubre 27, 2008

invierno

Caigo en cuenta de que está más cerca cuando me quito toda la ropa para meterme en la cama para dormir e inconscientemente me dejo los calcetines.

domingo, octubre 26, 2008

lejos del crimen perfecto

Suelo tardarme un par de horas en despertar completamente. Lo comprobé, otra vez, ayer que fui a las 8 de la mañana al super a comprar un material para el trabajo.
Ya había salido del edificio cuando dos guardias de seguridad me alcanzaron y muy amablemente (cada uno aferrado ligeramente a cada uno de mis codos) me escoltaron al interior para pagar las cosas que traía en el carrito.

jueves, octubre 23, 2008

abusados, cabrones

¡Que ya sé castrar!

Literalmente.

Y por mediodelapresente agradecemos especialmente a la muy ponderada Médico Veterinario Zootecnista Patricia Hinojosa por su desinteresada contribución en este interensantísimo, divertido y nunca soñado proceso de aprendizaje.

miércoles, octubre 22, 2008

Hablando de igualdad y espárragos fritos

Me llamo Elisa. Mi esposo (aunque nunca nos casamos) se llama Francisco. Vivimos en un pueblito que se llama Escobedo, en el valle de San Antonio. Casi en medio de la nada.

Francisco me robó a los 15 años. Al menos así se le ha dicho siempre en mi pueblo cuando una mujer se va con el hombre, y por falta de mejor lugar, se echa detrás de un mezquite o un huisache achaparrado y viendo al cielo se abre de piernas mientras cierra los ojos y reza un Ave María, llenándose la ropa y las nalgas de tierra y piedritas y con el hombre encima con los pantalones echos bola a media pierna.


Y esa es la ceremonia de matrimonio, como música de celebración el aullido de los coyotes, si es que una tiene suerte, porque a veces ni eso se oye. De testigos tenemos a los grillos y al Dios ese del que me platican, porque dicen que todo lo ve. Con eso basta para tener dueño toda la vida.


Francisco tenía dos años más que yo cuando me revolcó por primera vez y me hizo un hijo. Después que parí el segundo, en la clínica me dijeron que había formas de cuidarme para no embarazarme otra vez, porque aquí todos saben cómo se oye el llanto de un niño cuando el hambre le retuerce las tripas.


Hace unos años llegó una empresa y nos dio trabajo a muchos. Son largas horas las que estamos allí metidos, pero no nos falta qué comer ni leña para la estufa cuando llega el invierno, porque ése no perdona. Se te mete en los huesos y te aprieta el pecho sin miramientos ni piedad.


Aquí la gente, cuando hay qué hacer, es muy trabajadora. Antes de que llegara la empresa, yo nada más estaba en la casa, limpiando, lavando ropa, cocinando y cuidando a los niños. Paco trabajaba por temporadas en la pizca de manzana, los cortes de cilantro o la cosecha de papas.


Ahora que trabajamos los dos en la empresa mi mamá cuida a los niños durante el día. Apenas los veo. En la mañana que me levanto para hacer de desayunar es muy temprano para ellos y en la noche que hago la cena para Paco y el almuerzo para el siguiente día, ya están dormidos. Los domingos lavo la ropa de la semana y poco me queda de tiempo y energía para jugar con ellos un rato.


Cuando llegamos del trabajo a la casa, Paco llega al sillón a ver la tele y a repelar de lo cansado que está por las largas jornadas en el trabajo. Le sirvo de cenar y luego se duerme mientras yo sigo ordenando un poco la casa y terminando de preparar la comida para el siguiente día.


A veces quisiera llorar de desesperación cuando oigo a mi marido quejarse de lo cansado que está, siendo que yo he trabajado las mismas horas que él y aparte llego a la casa a seguir trajinando.


En el comedor de la empresa, a la hora del almuerzo, cuando tengo que calentarle y servirle la comida me dan unas ganas casi incontenibles de aventársela en la cabeza. De paso me evito comentarios entre labios de lo fría o desabrida que está.


Los domingos que quiero dormir más o estar con mis hijos pero estoy lavando con mis manos lastimadas del trabajo de la semana, apenas puedo evitar echarle el agua hirviendo con jabón en la cara allí donde él sigue dormido.


Ayer cumplí 23 años. Sin quejarme en voz alta, lo hago. Constantemente, lo hago. Pero en mi cabeza nada más, por que aquí nos enseñan a no quejarnos, menos cuando nos toca un buen marido. Uno trabajador que no golpea ni anda de borracho y mujeriego, aunque de eso nunca he estado muy segura.


Me pregunto si así va a ser el resto de mi vida. Me preguntó cuánto va a durar este resto porque yo ya estoy cansada.


Es culpa de la ingeniera que vino de fuera y me metió ideas en la cabeza. Es que ella no sabe que aquí nadie conoce la palabra igualdad, que eso no existe.

domingo, octubre 19, 2008

efectos secundarios

Cada vez aprendo más cosas en mi trabajo.

Ayer llegué al rancho con vacunas para los perros del rancho. Son cuatro. Hay un Labrador y tres Gigante de los pirineos.

En este caso (como en la mayoría... dicen), el tamaño si importa. Yo sentía un poco de mucha preocupación de ser la que tendría que acercarme con esas agujas a los enormes perros.
Siguiendo las instrucciones del veterinario y gracias a la increíble cooperación de Gafas, Lola, Nena y Max, logré el objetivo sin mayor problema.

El último vacunado fue Gafas. Es el perro más grande. A veces se para (apoyando sus patas en las tablas) en los corrales junto a mi. Es más alto que yo. Yo mido 1.71. No es tantísimo, pero en perro, se me hace mucho.

El caso es que terminé de vacunar al Gafas y me encantó cómo salió brincando aparentemente muy contento... hasta que se fue sobre la Nena. Y digo que verdaderamente se fue sobre ella.
Enjundiosamente.

No pude evitar acordarme de mi amigo, ese que tiene una reacción parecida con las tormentas.

¿Talvez sea el instinto reproductor que se abre con la adrenalina que da el miedo que se siente ante un peligro?

Nota: Nunca he estado con mi amigo durante una tormenta...

jueves, octubre 16, 2008

salteeeeee



And so it isJust like you said it would beLife goes easy on meMost of the timeAnd so it isThe shorter storyNo love, no gloryNo hero in her sky
And so it isJust like you said it should beWe'll both forget the breezeMost of the timeAnd so it isThe colder waterThe blower's daughterThe pupil in denial
Did I say that I loathe you?Did I say that I want toLeave it all behind?
I can't take my mind off of youI can't take my mind off of youI can't take my mind off of youI can't take my mind off of youI can't take my mind off of youI can't take my mind...My mind...my mind...'Til I find somebody new

lunes, octubre 13, 2008

para antes de la cena

El sábado me junté con unos amigos a hacer una carnita asada. En la plática salieron temas del trabajo de cada quien. En el grupo había bastante diversidad. Varios amigos y amigas tienen su propio negocio y otros trabajan para empresas bastante diferentes entre si.

Claro, todas las conversaciones en diferentes esquinas pararon cuando se me ocurrió comentar que tengo una matriz en mi congelador.

Todos me voltearon a ver con cara de “juat?”, preguntándose si habían oído bien y en general con diferentes grados de aversión y asco en la expresión.

Tuve que explicar que estoy tomando un curso de inseminación artificial y que fui al rastro municipal a la hora del sacrificio (muy de madrugada) para ver si me podían regalar todo el aparato reproductor de la vaca para practicar.

No entendían qué practicaba exactamente.

Expliqué el objetivo de tener una matriz de vaca, como tocar para poder identificar las partes de los órganos viendo y sintiendo porque cuando estas palpando, sólo tienes el tacto para hacerlo.

El puro morbo hizo que me siguieran preguntando entre risas, comentarios y güacalas.

Sí, meto la mano.
No por allí, por el recto.
Si, con un guante que me llega hasta el codo.
Si, se pedorrean a veces.
Si, también eso.
Si, te salpican.
Para localizar los ovarios, los cuernos, las trompas y los anillos del cuello uterino, que es donde tienes que mover con los dedos para ayudar a la pipeta a pasar porque se atora.
La pipeta es lo que entra por la vulva y con lo que metes el esperma.

De allí la conversación se degeneró completamente y terminó en pura cochinada. El apetito de algunos desapareció, también. Pobres.

Bueno, de seguro los administradores, mercadotecnistas, financieros, ingenieros y contadores no se divierten tanto hablando se su trabajo.

Ni haciéndolo, como yo.

lunes, octubre 06, 2008

que no es moda

Aparentemente y según la mamácaracol, los jeans rotos y agujerados nunca han estado de moda y se ven horribles.
Este fin de semana que pasó fui de visita a casa de los papascaracol y la mamá no dejaba de comentar sobre mi apariencia de pordiosera. Le pregunté cuándo había visto a pordioseros con ropa interior tan bonita. Dijo que tampoco es agradable estar viéndome las rayas rosas y amarillas de los calzones.
No entiende cómo es que los rompo de tal manera y menos cómo no me da vergüenza andar por la calle (y sobre todo en el trabajo) en esas condiciones.
Yo le dije que lo único que puede dar vergüenza es que te agarren robando y/o que salgas a la calle desnuda y nadie te voltee a ver (por lo mismo nunca he sufrido vergüenza alguna).
Como le dije que mis pantalones todavía tienen mucha vida y por lo mismo no es sensato comprarme nuevos, se le ocurrió ponernos a parchar los pantalones a las 2 de la mañana del lunes, hora en que, como cualquier persona normal, yo quería estar durmiendo.
Pero mamácaracol poco tiene de normal y hoy todos mis pantalones, sin excepción, tienen mínimo un parche.
Se acabó la época de andar de exhibicionista de carne y de ropa interior colorida...

...hasta el próximo hoyo.

sábado, octubre 04, 2008

Mi oficina

Cuando pienso en lo que hago y en donde lo hago, creo que tengo la mejor suerte del mundo.
Tengo el cielo tan azul de techo, el sol de iluminación, el aire que corre por el valle para quitar el calor, los cerros de decoración, el pasto medio seco y medio verde de alfombra, el olor a hierba, tierra y flor silvestre de ambientador. De comedor está la sombra de un mezquite medio chueco y de silla una piedra que deja mucho que desear en cuanto a comodidad, pero igual me siento bien (aunque no me siente bien, es imposible ser una señorita de sociedá sentada en unapiedra a 10 cm del suelo).
Un bono bien grande: puedo cantar donde sea y cuando quiera y a nadie le molesta... en realidad porque hay tanto espacio que nadie me oye.
De mis compañeros de trabajo:

Una de las gallina con sus pollitos. Los cuatro reyes de la colina. La gallina ha sacado el instinto maternal y los defiende a pico y garras, carajo, que ya me tocó un ataque frenético cuando tenía que agarrar a los pollos para aplicarles un desparasitante (estaban llenos de piojos, los pobres). Las gallinas se ven muy simpáticas meneando sus colas emplumadas y moviendo la cabeza con cada paso, pero cuando se ponen así, dan miedo. Y dejan marcas. Yo sé.

Esta es Begonia, mi favorita. No está asustada, ni enojada, nomás está (creo), muy sorprendida (por eso parece que se le salen los ojos). Acostumbra acercarse para rascarse la cabeza en mi pierna, para que le rasque yo alrededor de los cuernitos y para comerse mis pantalones o masticar mi pelo (si es que estoy sentada), estirandome el chongo desconsideradamente. Me gusta abrazarla y que apoye su cabezota en mi hombro.

Este es Rambo, mi favorito. Nomás esta grite y grite como desquiciado. Tiene una personalidad que me encanta. El remolino de pelo que tiene entre los ojos es genial. Se me acerca para que le rasque la barrigota que tiene. El pobre camina como viejo panzón, menándose de un lado para el otro como campana. Hubo unos días que estuvo muy tranquilo, como deprimido y con falta de apetito (normalmente es un tragón) y me tenía preocupada. Estuve dándole remedios digestivos y ha vuelto a ser el mismo enfadoso y necio de antes.

Me gustan más estos compañeros que aquellos que caminan en dos patas (y que no tienen alas). Es gracioso que aún y que no entiendo nada cuando estos hacen ruidos, comprendo más lo que me dicen ellos que lo que me quieren decir (o no) los compañeros de mi misma especie.

En fin.

Que ya es fin y también me gusta descansar de la rutina laboral.