martes, diciembre 06, 2016

Diario de una niñera incauta: Día 4 (faltan 4)

¿Apenas? Justo a la mitad. Ya ni aquí, y ni allá. 

Dentro de la lista de las experiencias más traumáticas de ésta semana, el lugar número uno la ocupa la que pasó hoy. Nada peor que haberme imaginado a los niños en la puerta del colegio asustados, abrazados, en llanto desconsolado y sentados en una banquita solitaria con las malvadas maestras ausentes porque la irresponsable tía (que aparte no sabe abrir puertas de camionetas) llegó tarde por ellos. Esta novela está muy alejada de las consecuencias reales (y nada parecidas a mi drama mental) mencionadas casualmente por su mamá durante mi entrenamiento. La realidad es que sólo me tendría que haber bajado de la mamá-van y entrar a la escuela por ellos.

Me quedé encerrada en mi casa. Fui a lavar a mi casa; me di cuenta que me urgía cuando me puse unos pantalones y me llegó un desagradable y poderoso olor, seguramente por algo que me había caído encima. Obvio (aunque por un segundo dudé cuando le platiqué al simpático Alfonso y me preguntó que si el mal olor era porque me los había puesto muchas veces o por algo que me había caído encima (… siendo honesta, a lo mejor eran las dos cosas)).

Ya con chivas cargadas, la mano en la puerta y a 20 minutos de la hora límite para recoger a los niños convencionalmente, me di cuenta que no tenía las llaves para salir de mi casa. Como un flash me vino a la cabeza mi llavero en el buró de mi casa temporal. Había entrado con la copia que tiene mi novio, y él ya se había ido a trabajar. Le marqué y no contestó; aunque se había ido 10 minutos antes, me lo imaginaba ya en García o Kazajistán (o un lugar igualmente remoto y lejano. Le marqué a mi traicionera amiga que tampoco me contestó aunque aseguróme que CUALQUIERCOSA (Y me habla yaqué. O sea. (Tu sabes quien eres!)). Justo estaba pensando tumbar la tela de alambre y aventarme por la venta (con harto miedo al azote rotundo de dicha acción pero igualmente decidida), cuando se reportó el novio. Que se acordó que no traía mis llaves e iba de regreso a abrirme. Me quedé parada frente a la puerta esperándolo. Como Mike a su dueño.

Llegué a tiempo por los niños y pude respirar. La tonalidad azul que me noté en algún punto me hizo darme cuenta que probablemente estuve conteniendo la respiración todo el tiempo. No pasó nada, y nadie se enteró.

Las cosas definitivamente van mejorando. Creo. Al final del día, sólo traigo una mancha de cátsup en la blusa y algo negro en el pantalón. También reconozco mis logros: pude darle las medicinas a la gemela justo a la media noche y sin que despertara de alguna forma estridente que alborotara al gallinero. A pesar de mis 30 minutos de planeación estratégica y contingencia, y la duda, absoluta falta de confianza y poca fe de Andre y que sí, Andre, sí, me las vi negras sacándola del cuarto en brazos junto con los dos frascos de medicamento, la chunche dosificadora y un calcetín desbocado y rebelde, que medio contenido de un bote terminó sobre mi piyama, y que parecieron más bien 20 litros de jarabe lo que le di, la pude regresar a su cuna sin (prácticamente) ni pío. Tapón, tapón, Andre.

Aseguro que fue la gemela correcta. Lo comprobé antes de empezar el procedimiento. El problema con las gemelas es que, aunque juntas ya puedo distinguir a una de la otra, por separado todavía me equivoco: las dos están del mismo tamaño, tienen la misma mata alborotada de pelo güero y las dos dicen que son Lucy. Cuando están juntas está más que claro que una miente con todo el diente (y sólo tienes que averiguar cuál), pero separadas y con mi vista decadente, se me complica más. Por ejemplo, hoy estuvimos jugando con la puerta de la cocina a “Dónde está Lucy” atacadas de risa durante 10 minutos, hasta que bajó Lucy.
Temo decir que lo que me está ayudando a distinguirlas es el moretón en la frente que trae Paulina del madrazo que se dio el primer día que estuve aquí. Gracias. Literalmente, se lo busco detrás del pelo antes de decir un nombre.

Pasando lista, el niño mayor hoy estuvo enormemente sobornado con una tarde de experimentos y el segundo, con postre y sorpresa en el lonche de mañana. Qué vergüenza. Lo siento tanto, pero me albergo detrás de mil excusas y el artículo n°47 de la Constitución de niñeras novatas (que estoy escribiendo).
La tarde fue un éxito llena de emoción, ilusión, asombro, descubrimiento, curiosidad, buen humor y buena voluntad, conocimiento y aprendizaje. Me encanta el aprendizaje, el mío y el de los niños. Y lo más padre de todo, estaban bañados y cenados para las 7:30. Auto-aplausos (y para Andre también, la neta).

Qué padre cuando hay buenos resultados. Sé que el fracaso enseña mucho también, pero porfas que no haya mucho de eso en lo que me queda aquí. Que estemos muy seguros y felices y que se acuerden poco de que sus papás están lejos y los extrañan, y que soy una débil substituta (que está haciendo su mejor esfuerzo).

lunes, diciembre 05, 2016

Diario de una niñera incauta: Dia 3 (faltan 5)

Hoy me dormí a la 2:30 de la mañana pensando en cómo sería el día.

Hoy desperté a las 4:30 y tratando de tomarle la temperatura a una niña de dos años negada a que le acercara el termómetro y que obviamente despertó (a todos) sus hermanos. Batallé en volver a dormirme preocupada por su estado salubre y los pasos que tendría que dar en caso de que empeore. O contagie a los demás. Y a mi.

Hoy de madrugada me di cuenta que necesito lentes otra vez, porque no alcanzo a leer las dosis recomendadas en las instrucciones de las medicinas. Poner a leerlas al niño de primero de primaria no es aconsejable.

Hoy me desperté por segunda vez a las 6:30 de la mañana para bañarme y arrear niños para que estuvieran listos para la escuela.

Hoy tampoco se lavaron los dientes. Y me acabo de acordar.

Hoy salí de mi casa temporal a las 7:30 y manejé por primera vez en la vida una mamá-movil. Parece nave espacial con tanto botón, en serio.

Hoy me dirijí a una escuela a dejar niños y me perdí en el camino sin dejar de ver el reloj porque qué-vergüenza-llegar-tarde y el niño mayor me recordó que "un retardo más y me regresan a la casa" (se oyó demasiado contento, y yo sólo me traumé más).

Hoy batallé demasiado (y aún después de recibir previas instrucciones detalladas con demostración presencial y práctica) en poder abrir una de las puertas automáticas laterales de la mamá-móvil para que se bajaran los encargos. Ambos niños explicaron con dejo de vergüenza que es-que-es-mi-tía-porque-mis-papás-están-de-viaje. Me tuvo que explicar un señor del colegio, literalmente: abrió mi puerta y me explicó el modo y la secuencia. Yo me sentía ultra inteligente, antes. Ya no. Después de esto, ya no.

Hoy me comuniqué por primera vez con un pediatra y fui a comprar medicinas pediátricas.

Hoy estuve en una reunión de trabajo pensando en "los niños". Hoy me salí de la reunión de trabajo para llamar y ver cómo seguía la enfermita. Qué tranqulidad oir "mejor".

Hoy escuché por primera vez la palabra "selfie" salir (y adecuadamente) de la boca de un güerco de 4 años. Casi me muero de la risa.

Hoy la mamá me salvó de un rato más largo de confusión y frustración (en su mayor parte nadamás mía) con una video llamada increíble y derretidora desde el otro lado del mundo.

Hoy le hablé a mi novio para que viniera a comer buscando que vieran otra cara adulta y para poder ir al baño con tiempito.

Hoy me enamoré más de dicho novio.

Hoy apoyé en su tarea a un niño de primaria por lo que pareció ser una eternidad eterna.

Hoy llevé a clases de Tae Kwan Do a dos niños semi-entusiastas que me fascinó ver pateando y oir gritando. Les tomé fotos.

Hoy les di permiso a estos niños mayores a que fueran a cenar a casa de los vecinos taquitos de barbacoa, preocupada por si terminaríamos la tarea interminable en algún momento próximo.

Hoy entendí el concepto de "terrible twos". ¿Qué querrá? ¿Qué le pasará? ¿Qué sentirá? ¿Por qué aulla? ¿Por qué llora otra vez si creo estarle dando lo que quiere? ¿Cómo es que me logró manipular tan facilmente? ¿Qué diferencia hay entre un vaso rosa y uno naranja? ¿Qué carajos hice mal ahora? (Y ETCÉTERA versión Historia sin fin.)

Hoy toqué un calcetín humedo que resultó estar así por los restos de vómito que tenia.

Hoy limpié por primera vez un trasero ajeno con popó (con todo lo que ésto implica,, dígase olor, platica, recuento de los hechos, pujerías entre palabras y explicaciones fallidas de cómo cortar adecuadamente el papel de baño).

Hoy participé en el proceso de baño, racionamiento estricto de champú y envoltura estilo-flauta (algo aparentemente fascinante). También vi caerse el jabón al piso más veces de las que pude contar.

Hoy, en el agradecimiento del día, se reconoció la presencia de mi novio y hubo letanía de gracias: gracias por que Alfonso vino a comer, gracias porque Alfonso contó historias de buceo, gracias porque Alfonso nos habló sobre mounstros marinos, gracias porque Alfonso fue a vernos al Tae Kwan Do. Y a mi... pues gracias por nada, aparentemente. DE NADA.

Hoy solitos me pidieron los acites esenciales con que los embadurné ayer y entendí por qué a las amigas que los usan con los hijos les encantan (decía yo que jurarían que hasta regenera un brazo rebanado de sus criaturas; ya no bromearé con esto, con que los apacigue para la dormida ya siento que son más milagrosos que las mismísimas lágrimas derramadas del niño Lorenzo).

Hoy estoy en la cama lista para dormir, increíblemente, desde antes de las 10 de la noche.

Hoy me siento contenta, satisfecha, orgullosa, emotiva, muerta de cansancio, y de sobremanera impesionada con la fuerza y energía de las mamás del mundo. Cualesquiera sea su especie y coeficiente reproductivo. Un brindis y bendiciones para todas. En celebración y lástima. Digo, admiración.

Hoy si estoy segura que mañana todo estará bien. Diosmioiga. Y que esto no sea algo estilo Ley de Murphy o como la 4ta secuela de Scream, en la que justo cuando parece que todo está bien, igualmente y en instantes todo se va al carajo.

domingo, diciembre 04, 2016

Diario de una niñera incauta: Día 2 (faltan 6)

Benditos abuelos. Los de mis encargos se llevaron ayer a los grandes la mitad del día y a dormir a su casa. Hoy, a comer y luego al cine, junto con las chiquitas. Me quedé a la expectativa de un regreso a media tarde para entrar al ruedo y hacer el relevo, pero la llamada de aviso no llegó hasta las 7 de la noche.

Eso me dio tiempo de relajarme y revisar el plan de ataque, que ayer claramente tuvo sus fracasos. Rotundos. Confieso que me sentí fatal y muy decepcionada de mí misma.

A pesar de todas las instrucciones, consejos, recomendaciones, mi edad y supuesta madurez, mi capacidad de reaccionar en las crisis y bajo presión, fallé. Francamente, y con toda certeza, totalmente.

Como hoy llegaron muy contentos, aproveché la buena energía para regresar al área de aceptación en sus corazones maquiavélicos y a pesar de que va contra toda mi lógica,

[aquí hubo una interrupción grave de índole lingüística, que creo que manejé adecuadamente con el retomado plan de ataque que explico a continuación]

sentido común y de rigurosidad, acudí copiosamente a los sobornos: premios. Prometidos para la lonchera de mañana.

Después del episodio de vocabulario florido, se acabó el tiempo establecido (15 minutos) de televisión y me apuré a ordenarlos para dormir: piyamas, dientes lavados, medicinas repartidas, aceites untados para La Paz y La Calma (o las cosquillas según el cuatroañero) y los síntomas estacionales (dejaron la mochila con la medicina en el carro del abuelo, mi sentido común me dice que compre más mañana, espero no me haya equivocado), tiempo de lectura (los dos escogieron cada quien un libro, ganó el del vencedor en "piedra, papel o tijera" (a la tercera), y leímos sobre dragones), momento de agradecimiento (por la salud, por ir al cine, por mis papás y hermanos, por la confianza para cuidarlos y porque seguimos vivos (esa fui yo), y espacio para pláticas y preguntas claramente postergadoras.

Para el cuarto a las 9 ya había salido del cuarto (no recibí instrucciones de a qué horas debían dormirse, solo a qué horas tenían que estar acostados (tuve retraso de 4 minutos)); para mí esto representa la victoria. Victoriosa y dulce victoria.

Con las adorables niñas me ayuda Andre, mandada del cielo y encomendada por los papás para que sea parte enorme de mi salvación en esta semana. Bendiciones para ella y toda su prole eternamente y porlossiglosdelosiglosamén.

Aparte de los premios, mañana hay promesas de experimentos, con vinagre, bicarbonato, tapabocas y guantes, y otro para explicar el tamaño de los poros de los pies. Con cebolla. Porque ya saben. Yo explico el por qué y para qué a quien sea que al menos haga como que me escucha.

No voy a pensar en el desatado virus de la influenza que hubo la semana pasada en el salón de uno (y del que me enteré hoy) ni que ya casi se acaban las mini pizzas (que ni cuenta me di con exactitud a qué horas se las comieron, pero al menos ya usé el traumático hecho a mi favor para racionar a lo largo de la semana las que quedan); tampoco pensaré más en como los niños quiebran todas mis manías de contaminación cruzada.

Agradezco el día de hoy. Agradezco el aprendizaje que tuve y que viene, agradezco el apoyo y los consejos de la gente a quien corrí, agradezco el hermoso corazón de los niños (o lo que imagino son rasgos de bipolaridad), que olvidan lo que pasó ayer y me dan oportunidad de volver a empezar hoy. Más y mejor. En amor, empatía, creatividad, paciencia, entusiasmo y comprensión.

(Como autopuesta en evidencia, admito que hice varios bailes de festejo con los aciertos. ¡Qué bien se siente!)

sábado, diciembre 03, 2016

Diario de una niñera incauta: Día 1 (faltan 7)

Mi tercer experiencia de niñera está ocurriendo ahora.
Antes (hace 3 o 4 años) sólo había cuidado a mi sobrino Shaggy por unas 3 horas y hace como un año a mi sobrino Carlitos. En la primera, lo destacado sentí que fue ver la luna y las estrellas tumbados sobre el zacate en el parque y cantar; con Carlitos, mi mayor logro fue cambiar su pañal. Primero y último, hasta ahora.
Esto de cuidar niños que no salieron de mis entrañas me hace sentir honrada por la confianza que los papás me dan al poner a mi cargo a sus más preciosas prendas. En serio.
También me asusta un montón. En serio. La posibilidad de comprobar mis limitaciones aumenta en un 100%, y no me gusta verme incapaz de sobrepasar los retos que me presenta la vida (o los que yo acepto tomar envalentonada e ignorantemente).
Una cosa es dar clases de natación, en donde tengo a cada niño por 10 minutos conmigo y sé exactamente lo que estoy haciendo. Estoy en control.
Otra muy diferente es tenerlos libres y salvajes... Y por más largos periodos, horas... O días.
Como ahora, que estaré al cuidado de 4 niños por 8 días. Edades: uno de 7 años, otro de 4 años y 2 de 2 años. Medio que me mudé hoy. Medio que me arrepentí. Medio que estoy sacando fuerza y valor, con tintes esperanzados de esperanza.
Llegué a las 7:20 de la mañana y ya estaban despertando.
Las siguientes 4 horas que pasaron sentí han sido las más largas de mi vida.
Entendí que me hubiera venido bien ser psicóloga, adivina, Dalai Lama y maestra zen, madre Teresa, pedagoga, Napoleón, costurera, Forest Gump, torera, maga, Cositas, nutriologa, doctora y Florencia Nightingale, cantante, malabarista, negociadora, McGyver, cocinera, estilista y santa.
Está de más decir que yo no soy nada de eso. Ni cerquita. ¡Ni una sola!
Pero he descubierto y me atrevo a afirmar inequívocamente que las mamás son las personas más polivalentes y de mayor desarrollo y crecimiento empírico que existen. Se me han abierto los ojos y he comprendido que nadie enseña cómo ser mamá mas que los hijos, y que las mamás aprenden a velocidad instantánea y sobre los más variados asuntos a fuerza de necesidad y sobrevivencia. También es obvio que no soy mamá, y honestamente, quién sabe si tenga lo que se requiere para serlo (ganas, principalmente).

Admírolas más de lo que puedo expresar.

Resaltando mis logros de hoy (para ser positiva y amable conmigo), todos viven, le di la medicina a la gemela correcta (la segunda vez) y generé el momento más pacífico del día (con la mitad de la población infantil, al menos) poniendo el difusor con lavanda y otra mezcla para reforzar el sistema respiratorio (una de ellas tose por aquí y por allá, no quiero que empeore (nomas me faltaría que terminara con bronquioalguitis). Comprobados están los resultados de usarlo y ya lo declaré mi mejor amigo (me veo claramente amarrándomelo al cuello para que no se me olvide ponerlo).
De lo malo no voy a hablar, tengo a los papás en Facebook.

Que la fuerza me acompañe. Y Dios. Y la Virgencita y toda su corte celestial junto con los santos, Evangeline, y Pepito Grillo. Amén.