sábado, octubre 04, 2008

Mi oficina

Cuando pienso en lo que hago y en donde lo hago, creo que tengo la mejor suerte del mundo.
Tengo el cielo tan azul de techo, el sol de iluminación, el aire que corre por el valle para quitar el calor, los cerros de decoración, el pasto medio seco y medio verde de alfombra, el olor a hierba, tierra y flor silvestre de ambientador. De comedor está la sombra de un mezquite medio chueco y de silla una piedra que deja mucho que desear en cuanto a comodidad, pero igual me siento bien (aunque no me siente bien, es imposible ser una señorita de sociedá sentada en unapiedra a 10 cm del suelo).
Un bono bien grande: puedo cantar donde sea y cuando quiera y a nadie le molesta... en realidad porque hay tanto espacio que nadie me oye.
De mis compañeros de trabajo:

Una de las gallina con sus pollitos. Los cuatro reyes de la colina. La gallina ha sacado el instinto maternal y los defiende a pico y garras, carajo, que ya me tocó un ataque frenético cuando tenía que agarrar a los pollos para aplicarles un desparasitante (estaban llenos de piojos, los pobres). Las gallinas se ven muy simpáticas meneando sus colas emplumadas y moviendo la cabeza con cada paso, pero cuando se ponen así, dan miedo. Y dejan marcas. Yo sé.

Esta es Begonia, mi favorita. No está asustada, ni enojada, nomás está (creo), muy sorprendida (por eso parece que se le salen los ojos). Acostumbra acercarse para rascarse la cabeza en mi pierna, para que le rasque yo alrededor de los cuernitos y para comerse mis pantalones o masticar mi pelo (si es que estoy sentada), estirandome el chongo desconsideradamente. Me gusta abrazarla y que apoye su cabezota en mi hombro.

Este es Rambo, mi favorito. Nomás esta grite y grite como desquiciado. Tiene una personalidad que me encanta. El remolino de pelo que tiene entre los ojos es genial. Se me acerca para que le rasque la barrigota que tiene. El pobre camina como viejo panzón, menándose de un lado para el otro como campana. Hubo unos días que estuvo muy tranquilo, como deprimido y con falta de apetito (normalmente es un tragón) y me tenía preocupada. Estuve dándole remedios digestivos y ha vuelto a ser el mismo enfadoso y necio de antes.

Me gustan más estos compañeros que aquellos que caminan en dos patas (y que no tienen alas). Es gracioso que aún y que no entiendo nada cuando estos hacen ruidos, comprendo más lo que me dicen ellos que lo que me quieren decir (o no) los compañeros de mi misma especie.

En fin.

Que ya es fin y también me gusta descansar de la rutina laboral.

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