Me encantan las tormentas, oír los truenos a la distancia y distinguirlos cada vez más cerca y ver los relámpagos que atraviesan el horizonte iluminándolo por segundos con sus dedos largos y torcidos.
El aire se carga de electricidad y hay un olor apenas perceptible que adoro. Cuando digo que huele a electricidad la gente no me entiende, pero yo estoy segura de lo que hablo y no me cabe duda que ese es el olor de la energía que presagia la lluvia. A veces, aparte de mi nariz, mis huesos rotos y soldados reconocen el cambio de presión en la atmósfera y me avisan que viene el agua.
Me gusta cuando la lluvia cae suave y acaricia lo que toca antes de llegar delicadamente al suelo para ser tragada, cómo con sed; cuando cae fuerte a chorros y el golpe contra cualquier superficie impide oír otra cosa más que su magnífico y estruendoso aterrizaje.
Me gusta cómo baja la temperatura, me gusta cuando viene acompañada de un fuerte viento que la hace bailar mientras cae libre en los espacios huecos de mi paisaje, y mi cabello se alborota.
Me gusta sentir las primeras gotas en la piel, estirar la mano y con ella interceptarlas. A veces volteo al cielo y alcanzo a ver la forma y el tamaño de las gotas cuando descienden, y dejo que peguen en mi cara. Otras veces caen tan rápido y están tan frías que se sienten picosas como agujas cuando me tocan, y me estremezco con muecas involuntarias y pasajeras.
Con la lluvia todo se alimenta y los seres vivos tenemos oportunidad de continuar viviendo. La lluvia nos regresa el agua en un ciclo interminable, interrumpido o acelerado dependiendo o gracias a quiensabequé. Todo crece y se pone verde. La sed del suelo se ve saciada y los ríos subterráneos nutren las fuentes de agua que brotan a la superficie. Y hay más vida. Continúa.
La lluvia limpia el aire y el suelo. Deja de tras suyo frescura y tranquilidad.
No me importa el lodo ni andar acarreándolo por todas partes en mis pies y salpicado en mis piernas. No me importan los charcos ni que los animales huelan a lo que huelen después de haberse mojado.
Aquí ha caído el primer buen aguacero. El maíz de temporal para mis animales empezará a germinar pronto.
¿Cómo no amar el campo, la naturaleza y sus procesos?
¿Cómo no agradecer en la tranquilidad y en la tempestad, a veces destructiva? ¿Cómo no cuidar lo que tenemos, los recursos que nos permiten vivir y persistir?
Ayer llovió más fuerte que nunca. Me empapé los pies y los jeans, pero sólo así supo mejor el chocolate caliente: a media tarde, nubes grises, buena conversación, gran compañía, olor a electricidad.
ResponderBorrarA mí también me gustan los chochos, pero aaaah que cosas.
ResponderBorrarDe pronto me dieron ganas de salir a la lluvia, en el pasto aunque la gente me vea ...
El olor de la electricidad se debe al ozono.
ResponderBorrarVer llover es de lo mejor de la naturaleza. :)
Ozono: huele el ozono, niña.
ResponderBorrar(Ahora me doy cuenta de que Mus ya te lo había dicho, pero estoy perezosa y no quiero borrarlo)
A mí también me encanta la lluvia en el campo.
a mí sólo me gusta si me pilla la tormenta en casa...
ResponderBorrarLluvia en el campo, totalmente distinto a loq ue se sufre acá...
ResponderBorrarahh preciosa, te invito a pasar una temporada por aquí, llevamos casi 1 mes de lluvias de 3pm a 3 am, cuando duermo cierro un ojo y el otro lo mantengo abierto esperando a que el techo colapse, que las goteras cusadas por tanta agua no den paso al innevitable colapso de mi casa de intereés social.
Es rico cuando llueve lo normal, cuando sobrepasa la hora comienza a ser angustiante.
Imaginarme nuevamente en mi casa inundada en la planta baja, perder otra vez mis muebles y electrodomésticos, recordar las coladeras brotando agua negra como fuentes es algo que sufro cada vez que oigo gotas sobre mi techo.