Tenía mucho tiempo de no ir de campamento y muchas ganas de hacerlo.
El desierto a donde fui no parecía muy diferente al desierto de donde vengo. Vegetación parecida, montañas enormes, horizontes lejanos y un cielo brillante de azul e infinito.
Excepto que el suelo allí estaba cubierto de blanco. Piedritas blancas que el aire implacable erosiona de las piedras únicas que sobresalen de los cerros. Esta es una observación, nomás, forda record.
Los días fueron grandiosos. Para ser invierno, había mucho sol (…característica típicamente encontrada en los desiertos…¿?) y las temperaturas fueron benignas, solamente en la sombra se sentía de ese frío que te sorprende de repente y te pone la piel de gallina.
Pero las noches… las noches despejadas y custodiadas por la Osa mayor y su cachorro, Casiopea, Orión y Geminis (entre otros inidentificables por mi), eran muy frías. Un viento verdaderamente salvaje paseaba por nuestro campamento y bajaba la temperatura… y amenazaba con llevarse las tiendas de campaña con él. Incluso con nosotros dentro.
Después de pasar unas horas alrededor de una fogata y persiguiendo el calor del fuego alborotado por el aire, me fui a dormir con la idea de recuperarme de los desvelos de la semana.
Yo iba preparada. Primero me puse de la famosa ropa térmica llamada también “calzones matapasiones”, “ahogapulgas” y “guardapedos”. Son blancos con cosas rosas (que nunca me he puesto a analizar exactamente qué cosas aparentan ser), luego unos pants muy gruesos, unos calcetines de lana en los que metí las terminaciones de los pantalones para evitar corrientes indeseadas hurgando por ay.
Traía una blusa de cuello de tortuga con la que me tapaba hasta debajo de la nariz, una sudadera con gorrita que no bajé de mi cabeza y que ya cubría un gorro negro (según para esquiadores pero yo ya no creo nada) hasta debajo de mis ojos y guantes coloridos sin deditos.
Pero NADA sirvió! NADA, carajo! Ni mi sleepingbag superpoderoso de plumas de algún pobre pajarraco, ni mis múltiples empalmes, ni la cobijita con la que me envolví dentro del sleeping. Me moría de frío y poco dormí.
El concierto de los ventarrones que hacían bailar la carpa me tuvo entretenida y el miedo de que fuera arrancada del suelo y termináramos recorriendo el desierto dentro de ella no ayudó a que recuperara el sueño.
Y yo me pregunto, qué se hace para calentarse la nariz sin correr el riesgo de morir por asfixia, y por qué carajos mis nalgas no se calientan con nada! (Sin albur.)
Creo que hubiera preferido amarrarme al poste del techito del campamento. El frío hubiera sido igual pero al menos hubiera seguido disfrutando de ese cielo!
Un cielo que te quitaba la respiración. Talvez de allí venía el aire… mucha gente se ha de haber quedado sin aire esa noche, digo yo.
El desierto a donde fui no parecía muy diferente al desierto de donde vengo. Vegetación parecida, montañas enormes, horizontes lejanos y un cielo brillante de azul e infinito.
Excepto que el suelo allí estaba cubierto de blanco. Piedritas blancas que el aire implacable erosiona de las piedras únicas que sobresalen de los cerros. Esta es una observación, nomás, forda record.
Los días fueron grandiosos. Para ser invierno, había mucho sol (…característica típicamente encontrada en los desiertos…¿?) y las temperaturas fueron benignas, solamente en la sombra se sentía de ese frío que te sorprende de repente y te pone la piel de gallina.
Pero las noches… las noches despejadas y custodiadas por la Osa mayor y su cachorro, Casiopea, Orión y Geminis (entre otros inidentificables por mi), eran muy frías. Un viento verdaderamente salvaje paseaba por nuestro campamento y bajaba la temperatura… y amenazaba con llevarse las tiendas de campaña con él. Incluso con nosotros dentro.
Después de pasar unas horas alrededor de una fogata y persiguiendo el calor del fuego alborotado por el aire, me fui a dormir con la idea de recuperarme de los desvelos de la semana.
Yo iba preparada. Primero me puse de la famosa ropa térmica llamada también “calzones matapasiones”, “ahogapulgas” y “guardapedos”. Son blancos con cosas rosas (que nunca me he puesto a analizar exactamente qué cosas aparentan ser), luego unos pants muy gruesos, unos calcetines de lana en los que metí las terminaciones de los pantalones para evitar corrientes indeseadas hurgando por ay.
Traía una blusa de cuello de tortuga con la que me tapaba hasta debajo de la nariz, una sudadera con gorrita que no bajé de mi cabeza y que ya cubría un gorro negro (según para esquiadores pero yo ya no creo nada) hasta debajo de mis ojos y guantes coloridos sin deditos.
Pero NADA sirvió! NADA, carajo! Ni mi sleepingbag superpoderoso de plumas de algún pobre pajarraco, ni mis múltiples empalmes, ni la cobijita con la que me envolví dentro del sleeping. Me moría de frío y poco dormí.
El concierto de los ventarrones que hacían bailar la carpa me tuvo entretenida y el miedo de que fuera arrancada del suelo y termináramos recorriendo el desierto dentro de ella no ayudó a que recuperara el sueño.
Y yo me pregunto, qué se hace para calentarse la nariz sin correr el riesgo de morir por asfixia, y por qué carajos mis nalgas no se calientan con nada! (Sin albur.)
Creo que hubiera preferido amarrarme al poste del techito del campamento. El frío hubiera sido igual pero al menos hubiera seguido disfrutando de ese cielo!
Un cielo que te quitaba la respiración. Talvez de allí venía el aire… mucha gente se ha de haber quedado sin aire esa noche, digo yo.
Contra el frío, ni idea,porque yo tengo las manos heladas hasta en verano. SEguroq ue estas cosas las determinan los genes, jeje.
ResponderBorrarMmmm yo de frío se poco, porque lo evito y evito la sensación de nalgas-frías-entumidas-inexistentes.
ResponderBorrarCuando era más joven e iba a la prepa recuerdo las mañanas de invierno... me daban ganas de llorar porque extrañaba mi casa, mi cama, mis cobijas y mis nalgas-manos-pies-nariz.
Lo bueno es que a ti no te pasó todo esto sentada en un pupitre esperando al profesor que sí salió tarde para poderse quedar un ratito más en su casa en su cama en sus cobijas con sus extremidades y un ratito más en su coche con su calefacción escuchando las noticias... no, te pasó estando de paseo que se agradece mucho más que andar penando en un lugar frío de por sí. Qué padre que fuiste al desierto, qué chido que saliste de paseo, qué bueno que viste las estrellas. Me alegra que te hayas entumido un rato... esas cosas siempre me recuerdan que estoy viva.
Te admiro por aventurera! desde la carrera que tienes se nota tu amor por esas cosas. Yo no, no me gustan los campamentos, ni nada off road, acepto que de repente no soy nada divertida.
ResponderBorrarMe parece que este tipo de inclinaciones que tienes son caracteristicas de una persona honesta, sencilla y muy confiable.
Ese es mi mapa :)
Ja ja! lo de "matapasiones" me recordó a una doña del barrio, que tenía una suerte enorme para llegar a arruinar algún lacecillo de alguien, y encima la doña era bien feilla, el apodo le quedó apenas.
ResponderBorrarEl fin de semana recién pasado estuve en Cerro Dantas, acá en Heredia, Costa Rica. Viera que frío más hijo de su madre, pero caminar por los senderos y bañarse en un río congelado, no tiene precio.
Viva el contacto con la naturaleza!
Por cierto! se me olvido decirte lo de las pompis frias, una vez lei algo de que la circulacion ahi es lenta, por eso no se calientan con facilidad :) (pensaba que era la unica jeje)
ResponderBorrarLa sensación de frio es horrible, pero creo que la prefiero a la del calor. El calo me deja tirada por el suelo...
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