lunes, octubre 29, 2007

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"Y realmente parecía que para ella el cabello no era más importante que el humo de una locomotora: algo que nos sale para arriba."

Cuando leo, aparte de entretenerme, trato de combatir mi enorme ignorancia. Normalmente tengo un lápiz cerquita y una hoja que uso de separador en donde escribo las palabras cuyos singificados desconozco, después de haberlas subrayado en el libro (ya seeeeee, pecado mortaaaal). Teniendo un tiempito o al terminar el libro, me voy a la RAE y me informo.

Otra costumbre que tengo es poner entre paréntesis (ya seeeeee, pecado mortaaaal tambiéeeen) las líneas de palabras que hiladas hacen verdaderas maravillas en mi cerebro, en mi corazón y a veces en mi flujo sanguíneo. Me mueven, me gustan, me hacen reír, llorar, detenerme a pensar, viajar.

Esta frase me hizo soltar la carcajada. También me recordó un poco a lo que me decía la mamácaracol sobre mi pelo hasta que le puse un alto, géntil y educado, pero firme e inapelable.

Mi pelo es una mata delgada, rizada y rebelde que prefiero amarrar en un intento por controlarla. A pesar de que odio usar productos que prometen fijar todo en "su lugar", a veces lo hago por intentar callar al molesto cuchicheo en mi cabeza que me recuerda la frase preferida de mi progenitora que durante años me dijo más de milochomil veces (cuando estaba ya en la puerta apunto de salir): ¿No te vas a peinar?

Pero hay otras soluciones diferentes a un peine. Lo comprobé un día que me cansé de parecer solecito con todos los pelitos formando un halo curiosito sobre mi cabeza, y tomé unas tijeras (de esas de puntas redondeadas que evitan que un niño se saque o le saque a otro un órgano) y me lo corté todo.

Fueron los meses más felices en la relación turbulenta de amor/odio con mi cabello. Y después del truama inicial, mamácaracol fue feliz porque aparentaba estar peinada aunque en todo ese tiempo no usé una sola vez un cepillo.

Sin embargo, oir "oiga, jóven..." varias veces y darme cuenta que equivocadamente se referían a mí, me motivó a dejarmelo tan largo hasta que pudiera cantar como la Sirenita (que se tapa con el pelo en vez de con alguna blusita secarápido decente) trepada en alguna piedra en alguna orilla del mar.

Algunos años después, mi pelo casi alcanza mi objetivo, mamácaracol ya no me dice que me peine pero sí que me lo corte otravez, y yo me estoy preocupando que por preocuparme tanto (según, el estrés) lo estoy perdiendo, pelo a pelo. (Mi auxiliar de vuelo lo ha notado).

Mientras, a seguir subrayando, cuidando que no se acabe esto que me sale para arriba y ensayando la canción sirenesca.

2 comentarios:

  1. has pensado, en dejartelo como la tia cosa??????. Asi ya no te cmabiarian el sexo solo sereferirian a ti como cosa.

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  2. ¡Ese episodio ya lo conocía! No sabía exactamente cuando, ni por que, ni como, ni donde pero ya había visto evidencia de tu metamorfosis del estilo “halo-sol” al look “eclipse-lunar”. No te había comentado nunca nada porque la evidencia que me mostraron (y que de hecho me dieron) aparentemente era secreto de estado y mi informante me rogó que no lo divulgara por miedo a recibir represalias terribles. Como mi informante me importaba mucho decidí mantenerla en el anonimato y guardar la evidencia como prueba de tiempos difíciles y testigo de lo que la humanidad es capaz de hacer cuando la desesperación cunde y el tiempo apremia. Ahora que tú lo das a conocer públicamente creo que las cosas cambian y puedo hacer el comentario sin miedo a que haya represalias. De cualquier forma mantendré en el anonimato el nombre de mi fuente.

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